La Inclusión Escolar
Para hablar sobre inclusión lo primero que debemos hacer es comprender lo que es la exclusión, sus causas y sus efectos. Al conocer a fondo la problemática de la exclusión, podremos generar en nosotros la motivación de hacer algo distinto, algo mejor.
La exclusión se refiere, resumiendo varias definiciones, a una separación, ausencia de pertenencia, ausencia de integración y de participación activa con relación a un grupo, a un sentimiento de no ser valorado por el grupo. Como vimos en este tema los obstáculos para la inclusión pueden darse en tres dimensiones: A nivel de cultura escolar, que son los valores, creencias y actitudes compartidas; a nivel de procesos de planificación, coordinación y funcionamiento del centro; y a nivel de las prácticas concretas de aula.
Existen barreras y obstáculos que muchas veces limitan la inclusión escolar. En primer lugar, está el obstáculo económico, la inclusión demanda una mayor cantidad de personal, un personal más especializado y más recursos pedagógicos. En segundo lugar, una visión errónea por parte del equipo directivo de las escuelas sobre lo que es un “centro de calidad”. Se cree que un centro de calidad es aquel que es más exigente, demandante y con mayor carga académica. Esa visión debe cambiar en el sentido de que un centro de calidad no es aquel que sólo permite en sus aulas “lo mejor” y que, obviamente, obtiene “el mejor resultado” en estos alumnos, este es un camino fácil y simplista. Un centro de calidad es aquel capaz de ofrecer a cada estudiante lo que necesita, que es capaz de dar una respuesta a la necesidad de cada uno de sus estudiantes y logra sacar de cada uno de ellos lo mejor, potenciando sus capacidades y ayudándole con sus limitaciones, ya sean emocionales, sociales o de aprendizaje. En tercer lugar una visión errónea por parte de los docentes, una visión “industrial” y retrógrada de que todos los estudiantes deben entrar en el mismo molde, aprender de la misma manera y tener el mismo ritmo. Por último, la resistencia por parte de algunos padres para colaborar con el proceso de inclusión. No se comunican abiertamente con la escuela. Se resisten a reconocer las dificultades de sus hijos porque creen que, al aceptar un diagnóstico, su hijo será etiquetado y excluido.
Como explica Chamizo de la Rubia (2002) en su artículo sobre “Integración educativa de las minorías culturales”, esta exclusión puede darse por factores personales (por ejemplo, impedimentos físicos, dificultades de aprendizaje, retrasos en el desarrollo, etc.), factores sociales, económicos, culturales, étnicos, geográficos o de otra índole. En cualquiera de esos casos se trata de alumnos con necesidades educativas especiales.
La educación inclusiva se basa en el derecho de todos los alumnos a recibir una educación de calidad que satisfaga sus necesidades básicas de aprendizaje y enriquezca sus vidas. Al prestar especial atención a los grupos marginados y vulnerables, la educación integradora y de calidad procura desarrollar todo el potencial de cada persona. Su objetivo final es terminar con todas las modalidades de discriminación y fomentar la cohesión social. (Unesco, 2012)
Es necesario que el centro dé a conocer, tanto a las familias, como al alumnado y al profesorado, su visión con respecto a la inclusión. Es importante que todos estén “montados en el mismo tren”. A veces una instancia está halando hacia una dirección y la otra instancia hacia otra diametralmente opuesta. Es por ello, que es importante que todas las instancias estén alineadas con el propósito y objetivos del centro.
Es sumamente importante que el centro esté comprometido con la visión de la solidaridad en la educación. Una escuela solidaria, sensible a las necesidades y a la desigualdad, y comprometida con la inclusión, dará paso a una sociedad con una mayor sensibilidad, aceptación y apertura a la diversidad.
