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La Resiliencia



Resiliencia es un término nuevo para un concepto ya conocido que se define como la capacidad humana para enfrentar, sobreponerse y ser favorecido por experiencias de adversidad (Grotberg, E. 2001). Este término, utilizado actualmente en el campo de la psicología, tiene su origen en el campo de la física, refiriéndose a la propiedad de los cuerpos elásticos de recobrar su forma original y liberar energía cuando son sometidos a una fuerza que los deforma.



Una persona resiliente es capaz de, tras un acontecimiento o etapa negativa de la vida, volver con rapidez a un nivel de bienestar psicológico, igual o aun superior al nivel de bienestar que tenía antes del acontecimiento negativo (Mansour, S. 2003). La resiliencia es un proceso dinámico, es decir que es variable, que cambia según las circunstancias, la naturaleza de la adversidad, el contexto y la etapa de la vida.



Diversos autores han coincidido en que existen ciertos factores que favorecen la resiliencia, como la aceptación incondicional por parte de la familia, los maestros y los amigos, la capacidad de encontrar sentido a partir de la fe, el desarrollo de aptitudes sociales y de resolución de problemas, el desarrollo de la autoestima y, por último, el sentido del humor, que es reconocer y aceptar lo imperfecto y el sufrimiento a través de una visión más positiva y tolerable.



Todos las factores descritos anteriormente no aparecen de la noche a la mañana, sino que resultan de una interacción del individuo con su medio. Sin los factores personales no se puede dar la resiliencia, pero sin una relación con el medio que facilite y fomente estos factores, tampoco. Por excelente que sea una semilla, sólo da fruto en el terreno adecuado (Royer, 1989).



La familia es el primer contacto de un ser humano, los vínculos afectivos que se forman en la familia son determinantes para que el niño amplíe su confianza a otras personas y desarrolle interacciones positivas. Una familia resiliente entiende que los acontecimientos adversos son parte de un proceso continuo y constructivo, que nos hacen fortalecernos y crecer.


La escuela es la segunda fuente de seguridad después del hogar. En los primeros años escolares la autoestima de los niños se ve afectada por la adquisición de habilidades y competencias especialmente en el desempeño escolar, en las relaciones sociales y en los deportes. Los éxitos y fracasos en estos años son muy importantes en la formación de la autoestima, por ello la escuela es una fuente de apoyo para un niño expuesto a la adversidad. En la medida en que los maestros tengan los elementos antes mencionados, como la autoestima, el humor y la introspección, los alumnos desarrollarán más fácilmente estos elementos.


La resiliencia tiene como fin una adaptación positiva del individuo en tres niveles: biológico, que se refiere a mantener la salud física; individual, que consiste en asegurar el bienestar propio, la autoestima y la eficacia personal; y social, que no es más que contribuir al bienestar de los demás.


Como padres y educadores tenemos el deber de educar a los niños y jóvenes para la vida real, en la cual constantemente nos enfrentamos a situaciones adversas, la resiliencia es una herramienta importante que los ayudará a superar estas dificultades y crecer.

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