Diferentes personas, diferentes cerebros.

Anteriormente se tenía la idea de que el objetivo de la educación era formar individuos exactamente iguales. Esta idea vino a partir de la revolución industrial. Se veía la escuela como una industria donde se hacían producciones en serie. Se hacía un molde, había algunos que encajaban bien en dicho molde desde el principio, otros hacían un gran esfuerzo en cambiar un poco su forma y poder encajar, forzosamente, en el molde. Los que, por más que trataban no encajaban, eran penosamente, excluidos.

Sin embargo la educación ha evolucionado, al avanzar en temas como la diversidad, los estilos de aprendizaje, las inteligencias múltiples y las necesidades educativas especiales, se ha demostrado que no todas las personas son iguales, por tanto no todas pueden caber en el mismo molde.

Así como no hay dos individuos que sean exactamente idénticos, así mismo no hay dos cerebros que sean y funcionen exactamente igual. Todos diferencias en nuestros cerebros, ya sea en su estructura o en su funcionamiento, hemos vivido experiencias diversas, aprendemos de forma diferente y procesamos la información de forma distinta, por eso pensamos diferente, y ahí está la riqueza que la educación actual ha encontrado y atesorado.

En un centro educativo, una unidad de apoyo psicopedagógico vela porque se conozcan, se valoren y se respeten las diferencias en las formas de aprender. Se enfoca en detectar las fortalezas y debilidades de los estudiantes, para potencializar las fortalezas y estimular las debilidades.

En conclusión, ¡qué bueno que somos diferentes, qué bueno que pensamos diferente, que aprendemos diferente, pues si todos fuéramos iguales, la vida fuera muy aburrida!